AGUA EN EL DESIERTO
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Don Francisco San Román, el inteligentísimo ingeniero chileno que mejor exploró, demarcó, mensuró y estudió en todo orden geográfico el Despoblado, hizo una de las descripciones más magistrales del desierto, observaciones que cobran vigencia cada vez que el viajero experimenta el magnetismo que provoca su soledad, sus colores y el silencio que solo a veces suele quebrarlo el viento levantando polvaredas.
Dice el señor San Román:
"A falta de lluvias, de torrentes, de insectos y de la impenetrable vegetación que a exploradores de otras más felices y privilegiadas regiones atormentan obstruyéndoles el paso y desesperándolos de fatiga y sufrimientos, el Desierto de Atacama tiene sus vientos, el calor del día y los hielos nocturnos, la sequedad atmosférica y la implacable esterilidad del suelo, como principales enemigos.
Arida y monótona llanura que fatiga la mirada con un horizonte diáfano, através de un aire que parece hervir y estremecerse de calor; interminables valles, emparedados entre murallas de roca desnuda y superficie pulimentada que refleja los rayos del sol y los concentra sobre la cabeza del viajero; desfiladeros ásperos, solemne naturaleza, inefables efectos de luz y colorido, tan sólo propio de los áridos desiertos.
Sus extraños y maravillosos efectos de refracción y espejismos que transforman y modifican el seco y monótono paisaje, cambiándolo súbita o sucesivamente como inmenso escenario de teatro, en decoraciones marinas de efectos fantásticos y belleza incomparable; así aparecen en plena luz sus gargantas profundas, con sus paredes a pique o dilatadas en anfiteatro, con sus columnas y murallas pintadas de abigarrados colores y luego, en el espacio libre y en las alturas, la inmensidad del suelo tendida a los pies del observador como interminable lienzo dibujado por primoroso pincel".
He aquí descrito magníficamente el Desierto que, como toda naturaleza salvaje, tiene sus bellezas y tiene sus grandezas, bien captadas por San Román, hombre de gran cultura y observador finísimo y de gran sensibilidad de percepción de las maravillas de la Naturaleza.
SALITRE EN EL DESIERTO (CARMEN ALTO 1872) |
No obstante, allí están como eternos guardianes de tales bellezas el calcinado suelo, el implacable sol, la fatiga, la sed, el hambre, la desesperación que no fueron bastante fieros para poner miedo en el corazón de Tupac Yupangui, de Diego de AImagro, de Don Pedro de Valdivia, y mas tarde los de esa pléyade de héroes del Desierto; Almeyda, Ossa, el "manco" Moreno, Phillipi y el mismo San Román.
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