ANTOFAGASTA nació improvisadamente. De esto no hay duda.
Desde que el chileno posó aquí sus plantas para radicar en ella su espíritu y sus energías; y trazó en su desgreñado suelo las bases de sus industrias, esta ciudad de ahora ha sufrido el estigma de la improvisación.
No obstante, como declara un autor, Antofagasta, como todas las ciudades del mundo civilizado, "vive en trayectoria de siglos. Algunas perduran por milenios, otras decaen, se estacionan o desaparece, Pero en todas se da un espíritu propio, un hálito que las anima. ¿Qué factores confluyen en esa expresión invisible, que existe" y que hemos llamado su espíritu? : En primer término, e I Hombre y, más alla la Tierra , y ambos en influencia recíproca. Por eso todas las ciudades tienen su destino.
El destino de las ciudades obedece, a las leyes, a veces inexorables. Lo tienen prefigurado, desde que nacen. Ocurre, sin embargo, que algunas veces vencen su sino adverso y crecen. El crecimiento de las ciudades es trascendente, histórico. En ellas culminan laboriosos procesos sociales y adquieren sentido político las regiones. Son su expresión o síntesis. En sus orígenes descubrimos, fatalmente, la acción creadora de una estirpe. Y, a lo largo de sus vidas, puede hallarse el influjo decisivo, la impronta o la huella de lo que fueron sus auténticas fundadores".
Antofagasta posee una expresión propia y sus hombres un espíritu característico.
Los que han nacido aquí, en sus solares, podrán vanagloriarse de haber recogido, en la secuencia histórica de su corta vida, la savia creadora que derramaron por las pampas y por
los cerros sus progenitores. Llevan en sí lo bueno y lo malo que poseen los pueblos, pero que, venciendo lo abyecto y lo intranscendente y aún lo negativo, da de resultas que son un pueblo en constante ascenso hacia la perfección y esta perfección es la que hace grandes a las ciudades y al país a que ellas pertenecen.
Si mirásemos en una pantalla gigante el pasado histórico de su incesante viajar por el tiempo, nos daríamos cuenta en el acto cuán maravillosa es la historia antofagastina, la de la ciudad y sus confines provinciales. Tal vez la más rica en matices humanos que cualquiera otra ciudad chilena, porque aquí se dió una batalla sin igual: el Hombre contra los Elementos.
Veríamos cómo el chileno arranca riquezas a la hostil tierra con sus propias manos, bajo soles inclementes que achicharran hasta el espíritu, bajo fríos intensos que abarrotan y congelan, frente a cerros, frente a pampas, frente a soledad cargada de lejanías. Veríamos también a nuestros soldados batir bayonetas en afanes sublimes, heroicos, bajo todas las inclemencias inimaginables. En fin, nuestra mirada no podría detenerse un instante, porque la sucesión de hechos rodaría vertiginosamente. No obstante, sí que captaríamos el espíritu de estos hijos de Chile que por las virtudes enaltecedoras que posee, ha contribuido, de un modo rotundo, a hacer más grande nuestra querida patria. Al cumplirse los Cien años, de la reivindicación de la ciudad, no hacemos otra cosa que rendir en esta obra, un cálido homenaje al hombre antofagastino, al que nació en esta tierra de sol y sal y al que, viendo los primeros soles en otros lares, se convirtió en hijo adoptivo de ella, con amor y corazón.
A todos ellos, hombres, mujeres y niños que conviven con nosotros, que deambulan y hormiguean por las calles y carros en pos de un porvenir mejor; a los extranjeros que nos ayudan a sufrir y a luchar por la cristalización de tantos sueños, algunos añejos, otros tan nuevos, pero que, realizables o no, han pasado a formar parte del patrimonio de esperanzas
de los antofagastinos. Envuelve este homenaje, también a aquellos antofagastinos que, en éxodo placentero, viven lejos, muy lejos, en sus patrias verdaderas o en rincones de nuestro país, substraídos de esta tierra nortina por tantos azares, y que anhelan volverla a ver para rememorar años juveniles, amores, penas y alegrías vividas, bajos las cálidas campanadas del reloj de la Plaza Colón.
En las páginas e este Álbum Conmemorativo está la savia histórica de la ciudad, veraz y ojalá definitiva. No es el fruto de una recopilación de bibliotecas, ni la traslación de material ya investigado y escrito, sino que es el resultado de una investigación exhaustiva
de documentos, la mayoría inéditos, por los cuales el lector tendrá la oportunidad de adentrarse en la historia de Antofagasta por una senda nueva, la senda de la verdad que desemboca con precisión y tangibilidad en su fundación, cuya documentación de tiempos de la dominación boliviana, se guarda en los archivos de este autor, como el más preciado tesoro de los orígenes de la antigua la Chimba de Peña Blanca.
Desfilarán por las páginas que siguen a este Prólogo, hombres y hechos capitales de ayer, poniendo en evidencia la fuerza productiva de los hombres de hoy, con su comercio, sus industrias y sus ilusiones y cuyo destino no es otro que el de continuar arrojando la simiente al surco Y pasar, para que otros vayan repitiendo este proceso que es el proceso que hace grandes a los pueblos. El hombre pasa y la ciudad queda.
1 965
Mapa de pluma y puño de Don Rudolfo Armando Phillipi en el Libro "VIAJE AL DESIERTO DE ATACAMA", publicado en Halle, Alemania en 1860, del cual lo hemos tomado. En él, el sabio naturalista, contratado por el Presidente Manuel Montt a mediados del siglo pasado, da una idea más o menos, exacta de la configuración de la provincia y Desierto de Atacama, con puntos poblados, caminos y rutas que el siguió en su viaje ordenado por el Gobierno entre los años 1853 y 1854.
Sin lugar a dudas, este es el primer mapa de la provincia y tiene un valor histórico incalculable.
El sabio alemán hizo el viaje por mar en la "Janequeo", nave de la Armada , hasta Talta!.Allí conoció al fundador de ese puerto don José Antonio Moreno, luego siguió hasta Mejillones. Regresó a Taltal e hizo el viaje a pie a San Pedro de Atacama y luego por el Desierto, descansando en Jornadas, llegó a Copiapó.
Sus estudios sobre fauna, flora, geología y hasta antropología e historia, son notables. Sus dibujos también son verdaderas obras de arte. Philippi modernizó y ordenó nuestro Museo de Historia Natural y entregó mucho de su sabiduría a las nuevas generaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario